RECORTES NO

miércoles, 27 de febrero de 2013

Cosas que nunca te dije

Descubrir esto, escrito por un señor, me anima a pensar que mis hermanos a lo mejor en su fuero interno piensan lo mismo de mi Madre...


Pedro Simón en su blog A simple vista

Nunca te dije que aún recuerdo la luciérnaga de tu beso en mi habitación. Nunca te dije que aquel cuento subrayado de Marco no se lo dejo tocar a mis hijos. Nunca te dije que, al levantarme, ahora siempre me golpeo con una de las cuatro esquinitas que tiene mi cama. Nunca te dije que hay mañanas en que siento la vida algo pesquera, ya ves, y creo que es porque he dado el estirón.

Pocas veces te dije "lo que quieras" o "no hay problema". Pocas veces "te lo mereces" o "te sienta fenomenal". No insistí con el "quédate a cenar" o el "me ocupo yo". Para ti fueron todos los "después" y todos los "luego", la charla del monosílabo y la distancia de la prisa.

Ahora sé que, de las cosas que dejaba sin hacer, lo de menos era la cama.

Siempre te dije nunca. Nunca te dije siempre.

(...)

Nada hay que nos iguale tanto, verán. Tiene madre Lex Luthor y tiene madre Diego Torres. Los malos de las pelis de Tarantino y Balotelli. El profesor de Matemáticas que suspendía a todo quisqui y Nacho Vidal. Tiene madre Darth Vader y también tenía madre Michel Salgado cuando lesionó a Juninho en una entrada por detrás. Corinna Zu Sayn-Wittgenstein y otras rubias como C-3PO. Es por ello que la mía siempre me pide respeto. "Uy, esas madres".

Vivimos en un burdel de neones y funcionamos como esos desalmados que se van nada más descargar dejando la cama tibia.

Ingratos en la memoria y generosos en el olvido. La madre como bayeta y como hucha. Como margen en blanco y como intermedio. Qué culpa tendrán ellas.

Nieva de madrugada en Zamora, nos sale este escalofrío y Antonio Lucas me abriga con la bufanda de León de Aranoa: "Llueve sobre el dolor de las madres, que es tres veces dolor".

(...)

Te dije que mañana en vez de hoy. Que sólo una vez y no todas las que quieras. Te dije que el plato estaba soso en vez de levantarme a por la sal.

Nunca te dije que fuiste la persona que me llevó a conocer el mar. Y la que corrió hacia mí aquella primera vez que tuve miedo.

"Antes de convertirme en madre tenía un centenar de teorías sobre cómo criar niños", decía Kate Samperi. "Ahora que tengo varios, sólo sé de una teoría: amarlos, especialmente cuando menos merecen ser amados".

Yo sólo te digo que mañana voy a comer, madre, para masticar a fuego lento el pasado que nos queda por delante. Que voy aunque te llame poco y no te celebre lo suficiente. Aunque apenas tenga arrestos para hornearte una palabra y llevártela caliente de postre. Ese pastel de siete letras donde diga lo que he venido a decirte: gracias. Gracias, madre. Por fin, siempre gracias.


viernes, 22 de febrero de 2013

Te asustaste.
En el final, te arrinconó
y te asustaste.
Llamaste sin cesar a
tu compañera.
Una vez. Otra vez.
"Pon bien mi mano".
Una y otra vez, ven.
Y vino a buscarte.
Al final, vino a buscarte.


viernes, 8 de febrero de 2013

Manos líquidas

Esta mañana, mientras desayunábamos en el trabajo (por mucho que le pese al señor Joan Rosell), la conversación ha derivado desde un nacimiento "aletriste" (como tragicómico, pero con una alegría impregnada de tristeza: tenían que venir dos, nació una y la otra murió en un momento dado, durante el embarazo) y la necesidad de los abuelos por ver continuamente a los recién nietos, a saber o no ser flexible en el momento que invaden tu espacio o que cambia tu vida por una circunstancia u otra.

Un compañero ha dicho que él a ese saber adaptarse lo llama "ser líquido" y me ha hecho gracia. Había oído hablar de ser como los árboles, que se dejan mecer ante el viento e incluso se doblegan antes de partirse; de reticencias al cambio; de lo que cuesta adaptarse a nuevas circunstancias como un cambio de lugar de trabajo o hasta el nacimiento de un hijo; ser hijos de la costumbre. 

En su caso, los cambios que representará en su vida la llegada de un hijo (como así será, en breve) se resumen en adaptarse, en tomar un nuevo espacio ese líquido que está en una botella de medio litro y a partir de mayo estará en una de litro y medio. Ser líquido y expandirse.

Al leer después el post de Chris sobre los acentos en las manos, he recordado que estuve un tiempo queriendo fotografiar las manos de mi madre para no olvidarlas nunca, aunque sé que no lo voy hacer : si soy capaz de recordar las manos de las personas que han estado a mi lado, ¿cómo no recordar permanentemente las de mi madre? Aun así, lo hice. En varias ocasiones y en diferentes momentos. Y las recuerdo perfectamente y son manos sin acentos pero lo dicen todo. Hablan. En esas fotos, yo ya era líquida, y era lágrima y supe pasar de tomarme un café con ella a dictarle su día a día mientras ella escribía intentando hacer buena letra y me decía "y qué más", esperando, paciente y aplicada, desgranar su día sin nombre. Luego aprendí a cantar con ella y las dos éramos agua clara por lo inocente del canto y del acto. Más tarde aprendí a estar cogida de su mano, en silencio, no había más. Y a coger su mano en el coche, tenía miedo. Las suyas y las nuestras eran manos líquidas, pero cálidas y llenas. Llenas de esos acentos de los que Chris nos habla pero que no tienen palabras, que no hablan en voz alta ni baja, que no tienen imagen asociada porque varía el sentimiento, las manos y las circunstancias. Pero siempre, manos; siempre agua.


martes, 5 de febrero de 2013

Canción pequeña

Cuando te pones a escarbar en la memoria
vas escogiendo del pasado aquellas cosas
que te apuntalan, que te afirman, que te enrocan
que te protegen de algunas sombras...
yo tan esclavo como el labio de la boca
yo tan atado como el niño a su pelota
tan desarmado como un Rey sin su corona
como una barca sobre las olas...

Sin ti me faltaría el alfabeto
sin ti consigo hacerme tan pequeño
que si alguien hace así desaparezco
como un globo de gas que se va al cielo.

No sé muy bien si soy el hilo o la cometa
no sé si soy el corazón o la cabeza
nunca sabré si soy el alma o la materia
Si soy el palo, si soy la vela...
entre los dos nos inventamos lo imperfecto
con la apariencia de hacer siempre lo correcto
que sabe nadie lo que nos pasa por dentro
a quién le importa si yo te quiero

Sin ti me faltaría el alfabeto...

Yo no sé escribir estas canciones, pero "a quién le importa si yo te quieero..."