Hace años que no lo hacía por las circunstancias y, sin embargo, cada vez más, me viene a la cabeza (y al corazón) la necesidad de llamar por teléfono a mi madre como siempre hice: a cualquier hora y por cualquier motivo. Como si su enfermedad hubiese sido un paréntesis que se hubiese diluido.
Ahora mismo me acaba de pasar: "voy a llamar a Madre a ver qué hace. ¿Habrá salido o estará en casa preparando su cortado o el de papá?".
Pero no. No están. Ni uno ni otro.
No hay dónde llamar.