"- Mamá dame un duro.
- ¿Cuatro pesetas?
¿Para qué quieres tres pesetas si con dos tienes bastante?
¡Anda toma una peseta y repártela entre todos tus hermanos!"
El sábado por la tarde fuimos a ver un espectáculo de los Titiriteros de Binéfar. ¡Qué sencilla preciosidad! ¡Qué enredo de sentimientos encontrados en el hoy después de los años! Lo que en su día pudo llegar a convertirse en aburrimiento por repetitivo, aquella tarde de niños y mayores se convirtió en nostalgia de niña olvidada...
A mi burro, a mi burro le duele la cabeza,
el médico le ha puesto una corbata negra.
A mi burro, a mi burro le duele la garganta,
el médico le ha puesto una corbata blanca.
Melancolía acompañada de vida en toda su extensión: había bebés dormidos, bebés en brazos, niños que bailaban, niños que cantaban, niños expresivos, adolescentes despidiendo su niñez, adolescentes aburridas del estío en el pueblo, papás estrenados, mamás orgullosas de sus niños vestidos de verano, abuelas jóvenes, abuelas abuelas, señoras de domingo, un señor de 97 de años que va solo al banco ... y nosotras, nuestra pequeña familia, sin Paco.
Estaba el Señor Don Gato,
sentadito en su tejado,
marramamiau, miau, miau
sentadito en su tejado.
Y vida aprendida
y vida pasada
y vida que fluye.
¿Estoy? ¡No estoy!
Titiriteros, de feria en feria. Caperucita aprendida, la bruja, el Lobo, el gigante, el Bandido, el duende y el gato. Qué falta nos hacéis...